Arianna Lomas Gómez
Bertycleta y Sir James
Ella camina rápido
En el rincón, cuidadosamente premeditado, se instaló a Bertycleta. En el día, simula ser una instalación de piezas que forman una sola. Quieta, hasta que, la brisa del abanico le sople las antenas, extremidades de sus coyunturas, que se estremecen sacudiendo sus puntas.
Y, en la noche, pone sierra y aro a rodar, abriéndose camino entre ranas saltarinas que se vislumbran brincar con la luz parpadeante de Bertycleta. Con su foco como hocico, que se enciende y se apaga cuando se desacata por entre los tramos llanos y los charcos. que le refrescan su estilizada panza, apagándole la luz por décimas de segundos. Esa sensación de libertad en plena noche veraniega. ¡WEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!
Sobre el faro, como rey triunfante y galopante sobre su mejor pieza obtenida, Sir James se aferra con sus peludas patas y rodillas al metal bajo su panza. En pleno día, es negro como el café y robusto como caballero con piel de armadura. Grande entre los de su especie, sobre alzado y protegido por semejante maquinaria. Con su apariencia lustrada y conservada, luce inmóvil y rumiante.
Pero, en la noche, toma acción como pieza de ajedrez. Dispuesto a no ser descubierto o malherido en su misión de incognito. Salpicado por barro de los charcos y a la luz de la luna, James rehidrata sus alas y toma vuelo atrevido sobre ranas saltarinas, asustadas por las intermitencias de Bertycleta. Sus salpicadas y derrapadas despotricadas y traviesas dejan la pista llena de cráteres encharcados en agua despejada de criaturas brincantes.
James reconoce la intermitencia codificada del tic incontrolable de Bertycleta. Toma rumbo empicado y giratorio como kamikaze sin freno. Directo al suelo. Faltando medio metro para su aplastamiento inminente, según la mirada atónita de ranas escondidas entre los matorrales y camufladas en las manchas de las paredes; desplegó sus alas parando en seco su caida y como paracaidista experimentado, se deslizó lentamente y relajado hasta depositar sus peludas patas sobre el faro caliente de Bertycleta.
Un lanzamiento perfecto, una caída que roba el aliento y saca suspiros de alivio con un rescate impecable y brillante como remate final, para deleite de un público asombrado. Son un dúo revoltoso e ingenioso, van de incognito en su misión secreta. Ellos son James y Bertycleta.
Ella camina rápido con la frente alta y con la mente en su mantra. Pasa por las calles más antiguas de la ciudad con un propósito en la mente. No se va a dejar montar pilas por los sistemas semihumanos* que desde temprano se sientan en los bordes de las puertas de los colmados, adueñándose de la sombra; para escanear con sus viciosos ojos a toda niña o mujer que les pase por delante, para después de escanearla descaradamente, hacer pública su opinión sexualizada sobre ella.
No obstante a encontrarse rodeada de semihumanos, Ella sigue su camino. Y, camina entre la gente, esperando no sudar mucho y que su trayectoria se libere de energías desagradables. Como los perfumes en papelitos rectangulares que le quieren incrustar en su olfato para embriagarla de olor y ponerla a comprar potecitos de pachuli, en plena crisis existencial.
Ella prefiere gastarse los chavos en unas manoletinas chinas con diseño. Que las otras están casi por espatarrarse. Paga y sigue su rutina, que los demás le imponen cinco días a la semana. Los semihumanos vestidos con poloché verde le ofrecen una carrera en el taxi. No falla. A pesar de habérselo dicho anteriormente, ellos siguen insistiendo. Convencidos que algún día Ella dirá que sí.
Es en momentos como estos, dónde Ella hace un análisis psico-antropológico de lo que el mensaje realmente está diciendo. En su verdadera raíz es que los semihumanos de verde son solo un pretexto frente a cualquier semihumano que no valore la palabra de una persona, por el simple hecho de ser mujer.
Mientras, internamente, mantiene un proceso analítico; externamente, mantiene la vista reflejos alerta para la 19. Anda bien de tiempo, tiene todo bajo control. Al menos, internamente.
Llega la 19 y mientras gira la curva del Parque, Ella se fija en si el asiento de copiloto está libre. La suerte la acompaña, como la mayoría de mañanas. Hace la señal con el dedo y sigue su mantra mientras se monta en la guagua, saluda y sigue con su mantra.
Ya no es como antes, cuando las conversaciones en el transporte público eran divertidas y nuevas. Ahora son insultantes y estresantes. Así que, Ella sigue con su mantra mientras sube la Mella a 2 km/h. Palque Enriquiyo, Dualte, Parí, Ovando, Gome, Plaza Lama, Crito Rey, La Planta, Caliche, Dualte, Ovando, Gome, Plaza Lama, …
Ella observa cómo la mañana empezó horas atrás, para la mayoría de la gente que estaba transitando en sus distintas formas. El destacamento de Villa Francisca con sus recién libertos, ensartando los cordeles entre los hoyos y amarrándose los cordones, los semihumanos vestidos de verde y gris, con sus motores y sus isuzus todas rayadas y chocadas, mal parqueadas en el frente de su empresa deshumanizante.
Más allá, se encuentra con los amemaos y sus silbatos estridentes. Justificando su existencia en plena zona mercadera. Entre persianas, aceras recubiertas de canastos llenos de ropa y maniquís nalgudos y tetudos semi vestidos, predicadores con sus micros y vocinas que vocean la Palabra. Todos ellos formando parte de la escena de materia mixta y en estado hediondo, gente evitando ser chocada por carros destartalados y con dedos, como anzuelos; haciendo señales codificadas. Los anzuelos pescan y a veces solo tienen 20 pesos.
La guagua arranca de nuevo porque, el amemao con gafas de camionero y cara de bulldog se dirige a sacar la mascotica. Finalmente, salieron de ese vertedero. Siguen su rumbo y Ella sigue con su mantra en su mente, mientras observa el día a día del mundo que la rodea.
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zona colonial, santo domingo, república dominicana

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